Comenzó una lección el profesor afanado por la posible
jubilación y hastiado por las miradas de los recién llegados alumnos que
sinceramente no podrían dar más que ascopena.
Él les dijo: (∂ + m)
ψ = 0
Pese a toda la simbiosis que podría producir la ecuación (al
menos en sus ojos de profesor cansado y ansioso por la posible jubilación y
perturbado por el corte de pelo de la gran mayoría de los recién llegados
alumnos que sinceramente no podrían dar más que ascopena) ninguno de ellos hizo algún tipo de algo (sutilmente)
parecido a una respuesta dada por el real entendimiento...
Uno de los varios alumnos generalizadamente descritos hasta el momento había estado
desarrollando un nuevo concepto determinado en parte por los caminos del AñoUniversal 1.
Antes que pudiera entonar algo parecido a su nombre fue
llamado por el profesor amargado por la posible jubilación y transformado por
la inexistente iniciativa de los recién llegados alumnos que sinceramente no
podrían dar más que ascopena.
Todos los presentes se encontraron expectantes y algo
excitados como puede ser esperable cuando recién se comienza la vida de
estudios superiores antes que todo el puterío
y los errores de comunicación terminen con los anhelos de varios de los
candidatos (al menos esa generación terminaría en un accidente de bus), sin
embargo en ese preciso instante algo mágico vendría
a confirmar que siempre se puede estar peor (a menos que toda una
generación termine en un accidente de bus) por lo que en ese día muchos
agradecieron no tener que subir al escenario para interactuar con aquel
profesor ensimismado por la posible jubilación y encolerizado por el odor de
los recién llegados alumnos que sinceramente no podrían dar más que ascopena.
Él le dijo: (∂ + m) ψ
= 0
Varios años antes este joven llamado sin poder entonar algo
parecido a su nombre había estado efectivamente entonando otra cosa: una de las
melodías de la creación de los primeros coros celestiales; el tiempo y los
condicionamientos parentales ambivalentes se encargaron de que olvidase varias
de las partes y simbolismos esenciales.
Un caballo en sus quince años de edad (según el acta de
nacimiento) asomó su cabeza por una de las ventanas del aula que se encontraba
abierta en ese momento ya que la temperatura súbitamente había ascendido de
forma (in)sospechada luego del llamado del profesor mortificado por su posible
jubilación y transpirado como nunca por la falta de oxígeno que era consumido por
los recién llegados alumnos que sinceramente no podrían dar más que ascopena.
El animal en cuestión todavía recordaba en la profundidad de
su hipocampo el rostro de su único compañero humano que un día se había
marchado lejos para iniciar los estudios superiores. Transcurrieron días largos
y tediosos dónde la amistad que los había unido no podía ser percibida en los
caminos que recorría cercanos a su perímetro por lo que…
Cuando el joven llamado sin poder entonar algo parecido a su
nombre se disponía a responder a la ecuación, el caballo lo reconoció en el acto
y entonó (antes que su contraparte humana pudiera entonar algo parecido a su
nombre) un fuerte y profundo relincho que activó un área de su memoria que
había estado bloqueada por los condicionamientos parentales ambivalentes.
Él entonó: (∂ + m) ψ
= 0
Sin aviso cada uno de los ladrillos que constituían el
cuerpo de los golems recién llegados (y que tomarían un bus más adelante) vibró
entre los presentes atónitos por la entonación perfecta de la melodía
primigenia del coro celestial olvidada por los condicionamiento parentales
ambivalentes del joven que no había logrado entonar algo parecido a su nombre
con la memoria activada por el reencuentro con la amistad iniciada en el camino
de la infancia e hizo que el profesor alquimista sonriese completamente con certeza a la inminente jubilación y sólo
tuviera gratitud frente a los recién
llegados alumnos que sinceramente iniciaban un nuevo camino.