Tuesday, December 22, 2015

Un sueño bizarro

En varias de las tantas hipótesis que se podrían establecer cuando uno alcanza el sueño REM  hay algunos que dicen que es imposible leer en los mismos. 
Si nos encontráramos en una habitación onírica lo primero es intentar apagar la luz o mirar la hora en un reloj (que no tengo). Así era la premisa de la película realizada con una técnica bastante particular de animación que vimos en la secundaria por la gracia de un gran profesor que años más tarde pude encontrar en una calle del puerto cuando el viento cobraba vida. 
Es aquí querido lector que nos adentraremos en el tópico de los sueños y expondremos de forma concisa y con argumentos poco realizados (bastante pobres en realidad) que no existe la física como la conocemos sino más bien es la obra de los gnomos. Sí,  los mismos gnomos que en el mes de diciembre dejan golosinas en la fuente (menos sospechada). Desde que imagina en la mente hasta que lo va a digitar en la reescritura de un texto de diez años, fueron los gnomos que estaban en los oídos captando esos pensamientos en cuestión que luego por medio de un megáfono indican a los gnomos de las teclas que las aprieten para que los otros que están dentro del computador salgan corriendo por las placas madres y circuitos y entonces ya se entiende la idea (creo). 
La constante proyección en el futuro es tal vez uno de los orígenes de la intrínseca infelicidad humana desde el momento mismo de la evolución de esta especie heredera de la Tierra que nos hace replantearnos varias cosas sin duda (no volveremos a mencionar a los gnomos):
Primeramente en este sueño (estaba soñando) me llega una carta por correo certificado de un conocido remitente (sabemos que la cosa va a resultar mal) en sobre rosado.
La caligrafía deja mucho que desear ya que no permite distinguir emoción alguna en el papel. A esta altura no eran secretos ni cosas que no hubiesen sido dichas. Mi entendimiento se difumina en el tumulto de personas que para variar hablan por el sudor (o billeteras).  Una voz tomó más fuerza y era como si pudiera diferenciarla entre tantas otras y me habla directamente para ir al baño de hombres (en serio). Nada de remakes de películas españolas que se dejan como una fogata para el ambiente. En otra época no habría querido ir a un baño (en un sueño) pero ahí estaba yo sintiendo la atemporalidad del momento. Estoy a punto de sentarme en uno de los excusados occidentales cuando abro los ojos y pido papel higiénico (con colusión).
Es posible que de cierta manera cada uno de nosotros no sea más que un rollo virgen de papel esperando encontrar un culo para limpiar.
Hace varios años encontré un gran amigo en la biblioteca de forma completamente aleatoria mientras se encontraba estudiando en compañía de variadas galletas y unas bebidas dietéticas (el resto ya es historia). Elecciones pulsan desde el camino y si bien los cobros parecieran más a ratos, el papel aguanta todo...
Aunque es posible que de cierta manera todos usemos máscaras nunca jugué Zelda Majora’s Mask tal vez por condicionamientos innecesarios o falta de interés. Extraño cómo eran los juegos antiguamente pero en realidad lo que extrañaba era quién era yo cuando los jugaba. En otros tiempos en que tenía que almorzar en la universidad algunos de los menús desafiaban la cordura y el paladar pero nada me habría preparado tanto para la vida de adulto como uno de esos jugos de color fluorescente llenos de potentes cancerígenos. En esas caminatas por la capital sin planearlo (al menos conscientemente) llegué a la feria de alimentos y en ese instante me di cuenta que había pasado un año completo. La navidad llega otra vez y aunque no sea lo mismo que alguna vez sentí (espero pronto que termine por dios) espero que la Coca-Cola pida perdón como la Iglesia Católica y Square Enix. Después de todo este tiempo de viaje, aún sin las llaves necesarias, podemos plantar semillas en la entrada, hasta reencontrar el silencio.

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