Saturday, November 29, 2014
La tos no desaparece.
Viene a visitarme por la noche esperando que le sirva un vaso
de cerveza para engañarme. Haciendo un amague, ingresa a mi habitación encendiendo la
televisión y una música shojera aparece de pronto para traer al presente
heridas de guerra.
Insectos. Los pololos empezaron a golpear la ventana por la
luz encendida en la habitación.
Esto me recuerda al origen del término pololo tan utilizado en nuestro país.
Se supone que en esa época de represión y costumbres rígidas
las parejas no podían encontrarse libremente a menos que existiera un
compromiso de matrimonio arreglado muchas veces por ambas familias interesadas.
Entonces el señorito [reencarnación
de narciso versión putazo 3.0] venía
por las noches a cortejar a su amor verdadero. Para avisar su llegada lanzaba
piedrecitas a la ventana.
A veces resultaba bien.
Pero en otras ocasiones, los padres escuchaban los golpes en los vidrios
por lo que preguntaban a su querida hija qué estaba ocurriendo.
“Son pololos” exclamaba en voz alta.
Más tarde cuándo el joven en cuestión conoce a los padres en
la cocina luego de algún evento fiestero sobre piso flotante, ellos comentaban
en tono irónico “así que este es el pololo”.
Pensaba en eso cuando me dirigía a la feria navideña que
todos los años no deja de sorprender por el emprendimiento y calidad de los
productos.
Doy vueltas por algunos de los locales pensando que este año
no habrá árbol. Sigo en línea recta intentando reproducir sin suerte alguna,
las sensaciones que aparecían cuando era un niño y la feria me parecía un
laberinto misterioso lleno de sorpresas en esa plaza de tierra aún no
pavimentada.
Ni con una grotesca cruz gigante.
La tos fue en aumento mientras me adentraba un poco más en
las profundidades. Hubo un momento que empecé a perder el aire y no sé qué
más ocurrió…
Antes de perder el conocimiento había completado finalmente
la fila de dos horas para comprar una copia del nuevo pokémon.
Un padre iba a comprar otro videojuego para su hijo de nueve
años por lo que no era necesario la espera prolongada…
La señorita de la tienda en frente de todos los que estábamos
en la fila hizo todo el procedimiento protocolar antes de hacer ingresar a la
tienda a la preocupada figura paterna.
“Este juego de video involucra robo, asesinatos, sexualidad
explicita y violencia extrema entre otras situaciones de carácter moral ambiguo”
dijo casi leyendo el manual. “Por lo cual no podemos venderlo a menores de edad
a menos que esto sea aceptado por sus padres o tutor legal”.
El hombre siendo observado con mucha atención por varias
personas de la larga línea de espera, no titubeó.
“Sí, estoy de acuerdo”.
Varios de los futuros posibles y pasados parciales de mis
multiversos pensaron que eso era realmente un verdadero padre.
Desperté en la clínica con la mirada de un sonriente médico
en bata blanca con un extraño acento oriental.
Del sector oriente de la capital.
“Hemos evaluado su caso y debemos solicitarle una
radiografía” informó mientras mi acompañante que había aceptado comprar aquel
videojuego se peleaba con la mitad del hospital para que en media hora,
regresáramos con la famosa imagen.
“Efectivamente mi diagnóstico estaba en lo correcto, usted
tiene una neumonía bastante extensa que
podría en cualquier momento requerir
manejo hospitalario”.
La feria de navidad en dónde se habían encontrado aquellos
pololos que compartían juegos de video moralmente ambiguos comenzaba a desaparecer a
medida que la tos volvía por otra cerveza.
Friday, November 28, 2014
Caminos cruzados
Ni siquiera una leve mejoría.
Vi diversos kamen riders de la era showa caminando por el
pasillo mientras iba al baño.
(y aguanté)
Escuché sus voces y henshin mientras luchaban contra seres alienígenos
con corbata que trataban de robar mis pensamientos.
(y aguanté)
El perro rubio se comió un bicho más feo que su eterno rival
de la secundaria y luego trató de venderme un seguro.
(y aguanté)
Una lágrima asomó para dialogar con mi faringe exacerbada…Tristemente
fue neutralizada por el sistema antipiratería del virtual boy.
(y aguanté)
Respirar profundo se ha vuelto un coleccionar estocadas sin
sentido.
(y aguanté)
Vi el pack completo de Rojo y la última temporada de Lost
(por Dios! y aguanté)
Hoy no es mi día. No es que me hayan pasado cosas
desagradables… El problema existencial surge porque no ha pasado nada en
cuestión.
Sitting, waiting…wishing
(estaría más tranquilo si tosiera el pulmón de una buena
vez)
Pero mis esfuerzos aún no han sido transferidos a la cuenta
indicada. A medida que mi enfermedad crece yo me voy achicando y no puedo
ponerme los zapatos de Ronaldo.
Esto me recuerda el día en que perdí las ganas de vivir. Las
encontré luego, regurgitadas dentro de una horrible canción pop.
Ok.
Pero independiente de eso al encender la televisión allá por
el año 2005 mostraron en los noticieros a un desafortunado joven de 21 años que
fue asaltado en horas de la madrugada, despojado de sus ropas y lanzado al río
Mapocho.
Pobre…andaba solo…
Al parecer, la soledad es algo bastante peligroso. Atrae a
los delincuentes y seres del inframundo.
Las garrapatas también
Por supuesto que los periodistas y camarógrafos aprovecharon
de filmarlo completamente desnudo, tiritando, asustado, completamente
humillado…
Pero tuvieron una delicadeza maternal al enfocarle la cara y cuerpo desde todos los
ángulos.
Hurra por mantener vivo el espíritu navideño?
Estoy enfermo de enfermar.
Pero acaso la enfermedad no nos recuerda lo genial que es
estar sanos?
alquimia para desaparecer, carta a un extraterrestre
en ese escenario lleno de máscaras comenzó el segundo acto
el público observaba sin demasiada atención
la catarsis no les visitaba
en ese escenario de otrora esplendor e historia, los personajes establecían sus interacciones
una frase retumbó de pronto en una escena irrelevante
los ojos incrédulos no lograban comprender lo que ocurría
(o lo que estaba por ocurrir)
los disfraces se entremezclaban con la normalidad y la máscara cayó
enfrentando diversas miradas atónitas se despojó de la ilusión que proporciona el humo y espejos
sonrió
Saturday, November 15, 2014
La abducción de Jordi
Hace algunos años un joven iría a vivir una experiencia que lo cambiaría para siempre. La verdad tal vez nunca la podremos determinar fehacientemente pero, desde los testimonios recogidos por más de tres décadas tenemos suficiente evidencia en material audiovisual y testigos que fortalecen el metarrelato constitutivo que nos sitúa cronológicamente en la configuración de esta historia.
Era un año de Teletón. Todas las grandes marcas e intereses corporativos nos inducían en la obligatoriedad moral en base al sentimentalismo y culpabilidad de aportar sumas diversas de capital económico mientras el estado participaba como un espectador más de un proceso que debía ser su deber ineludible.
Jordi heredero de la tradición familiar de permanecer hasta altas horas de la madrugada en familia observando en la televisión a niños con necesidades especiales siendo utilizados como moneda de cambio para vender más y fortalecer el modelo instaurado en la genética subconsciente de la población salió a comprar unos yogurts de fresa y vainilla que precisamente ayudarían con la causa noble descrita y a la vez en la evasión de impuestos a las empresa aludidas.
Vivía cercano a un cerro misterioso lleno de árboles frondosos.
Las parejas se conglomeraban en ese espacio llegando a pie o en sus automóviles, a veces salían con sus mascotas y otras con volantines para ser elevados hasta alturas insospechadas.
Jordi salió con su termo color rojo y café preparado en su interior. Si bien no hacía realmente frío, aquella tarde requeriría una dosis de aquel brebaje para poder mantener su temperatura corporal posterior a lo que se aproximaba.
Por una extraña e inexplicable razón antes de pasar por el almacén de su tío político a quién no tenía demasiado afecto por ciertas conductas relacionadas a la ingesta de licor decidió dar una pequeña caminata por los alrededores del cerro y observar la ciudad desde su lugar favorito.
Alcanzó en minutos desde su casa la meseta dónde se vislumbraba la vegetación autóctona de la región y el olor característico de un fin de semana que iniciaba.
En un auto una pareja comenzaba un proceso de aproximación evidenciado por un felatio que aparentemente terminó siendo frustro, signo inequívoco que ambos estarían destinados el uno para el otro por largo tiempo.
Jordi al ser testigo de semejante declaración de amor y lujuria no completada fue perturbado en un nivel nunca antes vivenciado por lo que en un momento de distracción derramó el café almacenado en el termo y en sus pantalones se produjo una enorme mancha que teñía la mezclilla y costuras mientras una quemadura superficial en su ingle comenzaba a molestar.
Emprendió la huida por temor a ser reconocido por los pasajeros de aquel automóvil dando grandes trancos de regreso en la medida que la luz del ocaso progresivamente se despedía del lugar.
La respiración aumentada y la imagen mental de lo presenciado recientemente combinadas con el dolor de la lesión ocurrida por la temperatura del brebaje altamente cafeínado hizo que no fuera capaz de notar su presencia al menos en un inicio.
El descenso había sido sin lugar a cuestionamientos bastante veloz mientras se aproximaba a las primeras viviendas de la población y más abajo el almacén de su tío dónde tendría casi con nula posibilidad de refutación explicar la notoria mancha color marrón de sus prendas.
Sin embargo algo estaba a punto de cambiarlo todo.
Desde la oscuridad del firmamento que saludaba las primeras estrellas de la noche un objeto volador de dimensiones cuestionables para el observador no experimentado emprendió un acercamiento en la dirección de Jordi.
Don Francisco y otras figuras deleznables formaban parte de espectáculos chabacanos contrastados por los envasados testimonios de jóvenes y familias afectadas por complicadas experiencias de vida.
Cuándo fue inquirido por la ausencia de los yogurts encargados y la pulcritud de su vestimenta nuestro protagonista sólo pudo profesar en una voz de tonalidad muy baja y temblorosa.
“Ellos me raptaron” respondió robóticamente. “Me quitaron la ropa y me la lavaron. Pero no dejaron que pudiera pensar primero antes que lo hicieran”.
Una lágrima asomó por la mejilla de varios de sus familiares al darse cuenta que en ese preciso instante y por varios años frente a la televisión, todos en cierto modo habían sido abducidos como Jordi.
Fin.
Uno más dos casi siempre son tres
En la nave madre aún no se conocía la determinación del
comandante. Habían transcurrido días complejos y la logística era evidente incrementando
la incertidumbre de lo que se avecinaba.
Los más jóvenes terminaban los ejercicios de simulación
solamente para encontrarse con el desdén de los superiores cuyas órdenes erráticas
se diluían.
Una mirada por el espejo de la sala de comando daba cuenta
del fraccionamiento irregular de la respiración del cerebro central.
Nadie lo había visto completamente salvo unos pocos
ingenieros con rasgos esquizoides.
Eran tiempos difíciles determinados por la aproximación de Gilgamesh.
Teóricamente el tiempo se doblaría en sí mismo por efecto de
la gravedad que aumentaba a medida que avanzaban por la ruta propuesta.
Llamadas no realizadas en los últimos ciclos contribuían al
escenario actual.
El comodoro fijó nuevas coordenadas en un intento de retomar
el dialogo frente al desgaste.
Algo se había modificado en el cerebro central.
Las palpitaciones cambiaron de frecuencia y la sintonización
en los aparatos de la torre de control no permitió la correcta interpretación del mensaje.
It begins. Don’t cry.
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