En la nave madre aún no se conocía la determinación del
comandante. Habían transcurrido días complejos y la logística era evidente incrementando
la incertidumbre de lo que se avecinaba.
Los más jóvenes terminaban los ejercicios de simulación
solamente para encontrarse con el desdén de los superiores cuyas órdenes erráticas
se diluían.
Una mirada por el espejo de la sala de comando daba cuenta
del fraccionamiento irregular de la respiración del cerebro central.
Nadie lo había visto completamente salvo unos pocos
ingenieros con rasgos esquizoides.
Eran tiempos difíciles determinados por la aproximación de Gilgamesh.
Teóricamente el tiempo se doblaría en sí mismo por efecto de
la gravedad que aumentaba a medida que avanzaban por la ruta propuesta.
Llamadas no realizadas en los últimos ciclos contribuían al
escenario actual.
El comodoro fijó nuevas coordenadas en un intento de retomar
el dialogo frente al desgaste.
Algo se había modificado en el cerebro central.
Las palpitaciones cambiaron de frecuencia y la sintonización
en los aparatos de la torre de control no permitió la correcta interpretación del mensaje.
It begins. Don’t cry.
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