Irrumpió en la oficina sin aviso. Ojos curiosos la seguían sin siquiera pestañear.
– Behaaaaveeee!!! – gritó con todos sus pulmones.
Un silenció se apoderó de la escena. Los segundos se estiraron como nunca. Nadie se atrevió a mover algún músculo. A parte, claro, del diafragma porque necesitaban respirar.
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