Wednesday, September 02, 2009

Relativemos

Título escrito mal a próposito. Confianza. Esta última temporada he tenido menos producción en escritos. En parte he invertido en ciertas apuestas que pretenden ser audiovisuales. Algunas ideas lo lograron y pasaron del umbral para ver --de cierto modo luz tenue y calma. Tal vez la interpretación y ejecución de un mismo concepto se han ido distanciando por caminos opuestos en el desentendimiento neto e infinito de un fondo de saco orgánico desierto y no menos cierto. Miraba el otro día un ejército de hormigas pensando en la colmena de ciempiés devorados por una jauría de peces-lagartos llenos de plumas doradas que reflejan luz tenue y calma.

Conversando le informó que viajaría para Cartagena. No volvería todos los fines de semana ya que al parecer era bastante entretenido por allá pero en realidad aún no conocía ese pueblo. Una vez viajó para allá y había sido una experiencia de vida. Volvió a preguntarle si era esto cierto y entonces le contó la historia de cómo por azar de la luz tenue y calma había hecho un amigo, un buen amigo hasta el día de hoy. O hasta el día de ayer. Confianza. Luz tenue y calma. Intenté pensar como él por un instante y sólo me vi reflejado en el espejo oscuro lleno de aprensiones y retenciones sanguinolentas ajenas de la pena del desvarío ingrato y solitario que todos alguna vez deberían evitar pero invitar a toda fuerza del mismo principio inamovible. Entropía. Las apariencias se moldean con el devenir de los sentimientos que dejan de ser al momento de definirlos.

Nuevamente en el centro, en la periferia, en el eje de un engranaje que no deja de girar y gastarse hasta el momento en que todos finalmente viajemos en la individualidad en busca de una estrella lejana que nos pertenece desde el momento de la concepción y que nunca ha dejado de brillar para nosotros --una luz tenue y calma.

Conectarse con el subconsciente que busca un lenguaje corporal exterior en una conversión de la psiquis que acarrea un profundo malestar.

Tres intentos y con ese, la puerta se abre como siempre debió haber sido. Guardo la llave que será adornada con bellas piedrecillas de colores que reflejan más allá del iris de un amargo trago intracórporeo en busca de redención.

Pensé como ella, como él, y encontré la palabra que disipa las sombras dónde antes no había nada más que el vacío que vibra con la voz única de la creación. Pensaba, miraba, creía en algo un día y en lo opuesto al otro. El día llega a su fin, y yo miro en busca de la luz tenue y calma. Hasta el día de ayer cuando todas las cosas por su nombre no se encontraban dónde.

Tuve un sueño raro, triste, desperté llorando, me dormí riendo. Estaba oscuro, era de día, la pena le trajo la alegría que nunca conoció por estar enojado con la vida que nunca quiso vivir pero que construyó con todas sus fuerzas. Me levanto, me encojo, busco, dejo de respirar, toco el timbre. Tuve un sueño largo en pequeñas lágrimas que se encogieron en una gran gota de agua que ahoga todo un océano. Los detalles importan. El mal cuarto de hora no es nada. La rabia solo trae felicidad embalada en las letrinas horribles de otro cuarto contenido en uno más amplio pero no por eso menos cálido.

En el vértice con el abismo en ambos lados, cierro los ojos, dejo creer con la convicción de la trascendencia de todos los momentos que me constituyen en el ahora sin fin para por fin, sin dudas más que todas las que me constituyen en el ayer finito de la trascendencia me lleve al centro constituido para el futuro simbólico en la continuidad de una línea espacio-tiempo fragmentada. Luz, tenue y calma.

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