Thursday, March 13, 2008

Queso

La historia sigue el reflejo alterado de la luna movido por las olas. A los lejos se ven las últimas gaviotas que avisan que el día se fue. Cerca vendían papas fritas y churros. Junto con los precios no demasiado convenientes no era algo demasiado grato ver que las mismas manos que manipulaban el dinero, te entregaban los productos. Supe que hubo una llamada telefónica un rato después y antes que alguien pudiese notarlo y mucho antes que llegaran a fiscalizar, ya estaban usando mascaras y guantes y era como si la palabra higiene fuera el lema vitalicio del carrito de fritangas.
Me puse a caminar por la arena mirando a las personas que se preparaban para partir a lugares y/o compromisos nocturnos que tuvieran más luz -aunque fuera artificial y de neón- que la que se extinguía en la playa o simplemente un café era infinitamente mejor que el agua helada o talvez porque el mar estaba demasiado helado y no hubiese demasiada luz y era mucho mejor tomarse un café. En las rocas se vislumbraba una figura poco común. No podía ignorar al individuo que estaba sentado ahí fumando una pipa la que se parecía casi en nada, talvez por el dragón de arcilla y las piedrecillas de colores, a las pipas de antaño. “Hey chico tenis 10 pesos?”.“No, gracias” le respondió un niño que pasaba cerca. Luego me dijo (con midriasis) “tú no tenis dinero...qué tal una historia?” Puede que haya sido el ambiente o el humo o la caída unas horas antes en bicicleta cuando la rueda delantera entró en un alcantarillado provocando algunos efectos curiosos: risotadas de la gente que miraba, causar una colisión con la bicicleta que iba atrás, “cuando me di vuelta ví como bicicletas volando” dijo un amigo que iba más adelante y que después, al momento de reincorporarme sintiera la bicicleta “como más compacta” claro que sí porque los amortiguadores se habían doblado.
“Era una guerra” dije. “Una guerra de cápsulas” Ocurrió un día en el colegio donde sin aviso comenzaron a sacarle a las patas de sillas y mesas el plástico negro que evitaba que se deslizaran para que, luego de tener una cantidad considerable, se iniciara a lanzarlas a todo lo que se moviera y por sobretodo al individuo que estaba en el fondo de la sala de clases. Un compañero cuando las cosas se habían calmado un poco encontró un polvillo negro al interior de una de las “cápsulas”. Se acercó a mí en busca de consejo: “Se lo tiro?” “Eh?, tíraselo nomás” Entonces se fue donde otro sujeto que escribía en su cuaderno (de biología), extendió su palma en supinación y sopló el polvillo a la cara. “Mi ojoo!” Parecía un poco como un travestí con el rimel corrido después de llorar. Incluso después de lavarse la cara.
El tipo de la pipa ya no era el tipo de la pipa sino que era el tipo del digiridoo. Hizo sonar ese instrumento por unos instantes. Me preguntó si quería hacerlo yo también, pero la verdad es que nunca lo logré y todo eso me hizo recordar a otro momento cuando, por un hecho fortuito, dejásemos abandonado a su suerte a Tirua en una plaza por la sencilla razón de tener que ir a un bingo lleno de recriminaciones, sandwichs de pan molde con ave pimentón y extraños acontecimientos…
Tirua tenía el mismo nombre (tallado por lo demás) que su ciudad de origen. Era un sujeto tallado en una sola pieza de madera con personalidad única. La estrella tallada de algunas películas realizadas. Un día de lluvia torrencial fue atropellado brutalmente mientras esperaba en el paso peatonal; de todas maneras sobrevivió gracias a que fue rescatado providencialmente por un gnomo con sombrero y botas de bolsas plásticas de supermercado que se paseaba en medio de los autos con la cámara colgando y filmando.
Ese mismo día unas horas antes, mostrando su profesionalismo cayó al w.c con descarga incluida. Más tarde en la filmación fue pateado en la cabeza lo que hizo que se rompiera parte de su cara. Es que Tirua era solamente un rostro, no tenía extremidades ni nada. Casi al final tuvo un look radical con corbata (camuflando otra cosa...), labios pintados y un sexy lunar. Todo sin su autorización. “Más respeto poh favor” “Batman del futuro ayudános” “Collan!” En su funeral (cinematográfico) abundaron las coherentes y bellas palabras.
El tipo del digiridoo ya no era el tipo del digiridoo sino que era el tipo-que-vio-la-hora-y-tenía-que-irse. En el camino de regreso nos topamos con otro integrante. “Una historia” le dijo el tipo-que-vio-la-hora-y-tenía-que-irse al recién llegado. Comenzó a contarnos cuando después de unas copas y una buena caminata decidió regresar al jardín botánico para usar el baño. “Me estaba refrescando cuando de pronto a lo lejos como de una colina un tipo en una motocicleta venía en mi dirección” Hizo un pausa. “Es la hora” le habló el piloto desde su moto. Iban a cerrar.

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