Era un gato despierto. Más que sus hermanos. Lo vi moverse de forma graciosa y sumergirse en el arroz como si fuera un buzo submarino. Se quedó un rato en esa posición. Me causó curiosidad, simpatía. Tirándolo del pelo lo saqué de ahí. Estaba sucio y lleno de arroz. Atrajo mi atención. En ese momento pensé en adoptarlo. Lo miré y le llamé. Si venía, era que él también estaba de acuerdo. Se acercó a mí. Era totalmente blanco, con unas orejas largas y puntiagudas. Era orejón para ser gato. Al tomarlo, inmediatamente sentí su ronroneo fuerte y vigoroso. Lo cargaba escondido en mi chaqueta.
Sabía que probablemente sería difícil hacerme cargo de él. Me faltaba tiempo. Sin embargo caminé con él en busca de ciertos elementos. Dormía tranquilo. El vendedor respondió que no eran cervezas al comentario irónico de mi madre. Era pegamento en botellas. Cuadros de género para sillones en todas partes. El alcalde respondió que la ciudad estaba en riesgo económico y social. Escaseaba el agua. Preguntó si tenía una idea mejor ante la crítica. El dialogo se arrastraba en estrechas callejuelas emplazadas entre viviendas de barro y adoquines. Algo familiar en esas construcciones me hacían pensar que ya había estado allí.
Finalmente a la casa de mi abuela. Quería comida para el gato. Pensé en comprarla. Abrí la puerta y entró feliz. Estaba oscuro. Se hizo la luz. Había alguien más. Una visita talvez. Quise darle un baño al ver que se rascaba. Lo llamé. Vino inmediatamente. Le pedí que saltara al lavabo. Fue en ese instante que pensé en su nombre. El gato era todo blanco. Y orejón. Paper. Como si fuese una hoja de papel en blanco. Lo acerqué al agua y como era de esperar no le gustó. Un maullido triste y bajo. Con la otra mano busqué el jabón, y sin darme cuenta resbaló y cayó al agujero del desagüe. Intenté rescatarlo pero lo único que hice fue empujarlo más y se fue con el agua. Parecía imposible por sus dimensiones, la incongruencia entre el tamaño del gato y la entrada de la tubería. Sin embargo desaparecía. Con la mano sumergida sólo saqué ropa que estaba siendo lavada. Lo había perdido.
Salí del baño. Más de alguno me preguntó como estaba el gatito. Si me había dado problemas con el agua. Pensé si el gato habría seguido por las cañerías o si en algún punto podría haber quedado atrapado, obstruyendo. En ese caso comenzaría a oler mal en algún tiempo más. Era la casa de mi abuela. Mentí. Dije que todo estaba bien. Que Paper estaba limpio y descansando. La visita que era familiar pero no pude reconocer comentó que se habían escuchado los maullidos. Pensé que su muerte fue desesperante, asfixiado sin poder respirar. Murió como si fuera un buzo con todo el oxígeno consumido…
Antes de terminar de escribir esta historia, despierto ahora, uno que estaba en el techo saltó y chocó con la ventana.
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1 comment:
Que extraño que la vida de Paper haya sido en dirección "hacia abajo", cañerías, agua, subterráneo y no "hacia arriba", hacia los techos de las casas vecinas, mirando la luna en la pseudochimenea del vecino -bueno si es que alguno en estas casas de pueblo tiene- junto con los otros gatos.
Una nunca sabe en qué va a terminar la vida del ser de al lado.
Saludos;
Carolina.-
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