Prendí la tele para animarme un poco. Con la gran gama de opciones que cultivan las emisoras nacionales, terminé viendo el emotivo testimonio de una joven mujer que finalmente cumplía su anhelado sueño que tenía desde los 15 años. Está demás decir que mientras mostraban las escenas de esta desgarradora pincelada de realidad, enfocaban a sus compañeros de programa y/o pareja que estaban en el estudio para resaltar las reacciones que suscitaba la importancia del momento trascendental que asistíamos.
“Estoy nerviosa” decía ella. “Estoy nerviosa” era su madre ahora. Y lo repetían a cada rato intercaladas con escenas de la estadía en el hospital y como llegaba en una silla de ruedas, la espera y todo eso con una conmovedora música de fondo.
“Cumplí mi sueño” “Estoy feliz”
Y con 20-tantos años, apenas. Claro, que más se puede pedir en la vida no?
Empecé a tener cólicos, calofríos, ganas de lanzar cosas a otras cosas, a gritar. Pero seguí viendo porque a veces soy un idiota (me supero cada día).
Me deprimí más.
Y qué podría ser ese importante sueño del que hablaban y que no quería saber…
Operarse las tetas.
E-e-e-e-e-eso es todo amigos.
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